Armados con carteles, algunos equipados con sus gorros de
temporada, banderitas en ristre, rastrillando matracas, dispuestos a los
vítores y a las ovaciones, aparecen abriéndose paso, ya en el espesura de la
selva de cemento, ya en el rigor de los conos, los "desinteresados"
hombres y mujeres de la portátil. Venciendo sed, hambre, cansancio, allí están
para alentar a su candidato. ¿Qué los mueve? ¿Qué elevado interés los alienta?
¿Acaso el deseo de una patria mejor? ¿Quizá el amor al líder? Quisiéramos conocer
ese oculto motor, desearíamos creer en los altos dones de sus espíritus,
anhelaríamos la certeza de sus motivaciones, pero solo la sospechamos, la
deducimos, la embadurnamos de nuestras conjeturas mundanas. Su interés,
señores, su vulgar interés por un puestito, por unos cobres, por un plato de
lentejas, por una mamadera que succionar hasta la sinvergüencería.
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Fragmento de una Carlincatura (de Carlín). |
Cuando la portátil la conforman subalternos "estimulados" por la directiva de una autoridad superior, como señala la denuncia del programa televisivo Cuarto Poder en el caso de los gobernadores que eran "convocados" a conformar el séquito de aplaudidores y hurreadores del presidente Humala, cuando eso sucede no solo se agrede la honestidad, la humildad, sino también, por extensión, la moralidad.
En una sociedad como la nuestra, tan falta de buenos
ejemplos, eso representa un grave daño, un golpe de desaliento, de
descreimiento en la gente; no ya en los políticos, que harto tiznados están,
sino en los valores de nuestro pueblo, de ese mar de personas que con su voto
nos pueden arreglar las cosas o ayudar a mejorarlas. Pero qué importan esos
detalles, si estamos en temporada de portátiles y los candidatos camuflados de
verde ya han salido a cazar las suyas.
(Aparecido en Diario Sin Fronteras el 5 de abril del 2014)