miércoles, 30 de julio de 2014

Temporada de portátiles

Armados con carteles, algunos equipados con sus gorros de temporada, banderitas en ristre, rastrillando matracas, dispuestos a los vítores y a las ovaciones, aparecen abriéndose paso, ya en el espesura de la selva de cemento, ya en el rigor de los conos, los "desinteresados" hombres y mujeres de la portátil. Venciendo sed, hambre, cansancio, allí están para alentar a su candidato. ¿Qué los mueve? ¿Qué elevado interés los alienta? ¿Acaso el deseo de una patria mejor? ¿Quizá el amor al líder? Quisiéramos conocer ese oculto motor, desearíamos creer en los altos dones de sus espíritus, anhelaríamos la certeza de sus motivaciones, pero solo la sospechamos, la deducimos, la embadurnamos de nuestras conjeturas mundanas. Su interés, señores, su vulgar interés por un puestito, por unos cobres, por un plato de lentejas, por una mamadera que succionar hasta la sinvergüencería.

Fragmento de una Carlincatura (de Carlín).
No hay infracción en ello, no hay falta, ni condena, si se delinque es por delito de lesa honestidad. Pero que un alcalde distrital con pretensiones al sillón de la provincia cargue con trabajadores ediles y porteadores desde un pueblo alejado hasta la capital del departamento para sentirse celebrado, bañado en "multitud", sí representa una falta si lo hace como lo hizo Antonio Meneses, alcalde de Samuel Pastor (Camaná): despachando permisos médicos a empleados municipales a fin de que lo vitoreen en la presentación de su precandidatura en la Ciudad Blanca (Sin Fronteras, 5.4.14).

Cuando la portátil la conforman subalternos "estimulados" por la directiva de una autoridad superior, como señala la denuncia del programa televisivo Cuarto Poder en el caso de los gobernadores que eran "convocados" a conformar el séquito de aplaudidores y hurreadores del presidente Humala, cuando eso sucede no solo se agrede la honestidad, la humildad, sino también, por extensión, la moralidad.

En una sociedad como la nuestra, tan falta de buenos ejemplos, eso representa un grave daño, un golpe de desaliento, de descreimiento en la gente; no ya en los políticos, que harto tiznados están, sino en los valores de nuestro pueblo, de ese mar de personas que con su voto nos pueden arreglar las cosas o ayudar a mejorarlas. Pero qué importan esos detalles, si estamos en temporada de portátiles y los candidatos camuflados de verde ya han salido a cazar las suyas.

(Aparecido en Diario Sin Fronteras el 5 de abril del 2014)