
Hace unos años, cuando recién se estaba imponiendo la moda de pelearse a botellazos en las fiestas patronales, a un amigo le rompieron la cabeza, ágil como era sorteó el golpe de lleno, mas no pudo evitar lucir un raspón sangrante; al final de la riña, uno de los nuestros dijo a voz en cuello: “Agacha la cabeza que de una meada te paro la hemorragia”. La orina es cauterizante.
Los expertos dicen que cuando estamos en el vientre materno nos retroalimentamos con nuestra orina. Está claro que a esa edad no podemos conseguir una Coca Cola. Recuerdo que la primera vez que viajé a Puno, sufrí un dolor estomacal terrible, entonces la ruta era más larga e infeliz. En una parada del bus, la señora que viajaba en el asiento de mi costado me sugirió muy amablemente que cogiera un poco de mi orina en la mano y me frotara la barriga, que si me atrevía me dé un buen trago y santo remedio.
Es curioso que con la orinoterapia pase lo mismo que con el alcoholismo: los expertos saben todo sobre ella pero no son asiduos bebedores. Los segundos no lo hacen por tener un buen estado de salud corporal, emocional, familiar y social; sin embargo, no entiendo por qué los primeros no, si son muchos los beneficios de tomar pichi: regula la tensión baja y alta, elimina úlceras, aumenta las autodefensas del cuerpo, da mucha energía y hasta aumenta la potencia sexual.
El miércoles por la noche, una multitud tomó las calles para celebrar la serenata de la ciudad. Eran cientos, miles, y yo no vi ningún baño. Si no estaban bebiendo licor, tomaban ponche. Sabemos los efectos diuréticos de estas bebidas. Entonces, como si buscaran germinar a nuestra Blanca Ciudad, hombres de todas las edades ofrendaron los electrolitos de sus líquidos menores a la amada tierra arequipeña. Todos movidos por la fuerza de la costumbre. Claramente, no se trata de marcar un territorio individual, sino que la mezcolanza de miles de orines simboliza el alto valor que le dan los arequipeños a la democracia: la ciudad es territorio de todos, meémosla juntos.
Esta vez hubo mayor fruición en la costumbre, pues muchos de los remojones que se hicieron en sus paredes y postes fueron estimulados por la reciente noticia de que un lienzo de Andy Warhol hecho con orina suya y de algunos de sus amigos fue vendido a 93 mil dólares. A ver si le damos algo de arte a la ciudad y así no pierde su condición de patrimonio histórico, se pensó en cada chorreada.
Con esto, la orinoterapia que recibe Arequipa cada vez que hay este tipo de desbordes populares cobra un valor elevadísimo, gracias al desprendimiento de sus hijos que cantan su belleza y aman tanto a esta tierra, arequipeños amantes del anonimato, que desdeñan la fama, y que en las sombras riegan su ciudad con la ilusión de abonar un futuro mejor.
(*) Transcripción debida a mi amigo editor Willy González, de Tacna, y fondo musical gracias a mi socito y compañero Henry Bernedo, de Camaná.
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