Ya la insana canícula está ladrando sus llamas. Los
caniculares son los días de más fuerte calor, deben su nombre a la aparición de
Sirio, estrella de la constelación del Can Mayor, en el horizonte de los
antiguos romanos. Canícula, dicen, significa perrita (de canis, perro; y
-culus, diminutivo). Cuentan, también, que Sirio, La Abrasadora, dejaba a los
hombres acezando cual perros en la sombra, de allí el vocablo y su relación con
la sed.
El verano ha sido en la historia de la literatura una
concurrida estación en la ruta del tranvía llamado amor. Su ardiente condición
ha servido de metáfora a los afanes y cuitas de la pasión. Por ejemplo, la
frase inicial de este artículo es un parafraseo del soneto de Quevedo en cuya
estrofa final se lee:
Sólo del llanto de los ojos míos
no tiene el Can Mayor hidropesía,
respetando el tributo a tus desvíos.
El Gran Perro no sufre dicha enfermedad, como puede
pensarse, sino una sed inmensa solo aplacada por las tantas lágrimas vertidas
por el poeta en crédito de los desafectos de su amada; pues, como bien ha señalado
Covarrubias (1611), hidropesía “algunas veces se toma por avaricia, porque el
hidrópico por mucho que beba nunca apaga su sed, ni el avariento por mucho que
quiera, su codicia”.
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Atardecer en Skagen (1899), Peder Severin Kroyer.
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Sed de ti que en las noches me muerde como un perro, canta
Neftalí Reyes Basoalto, cuyo nombre para la Historia es Pablo Neruda. Tengo una sed de
perro, repiten mucho mis paisanos.
En la Égloga I de Garcilaso, príncipe de los poetas
españoles, el pastor Salicio se quejaba tan dulce y blandamente:
¡Oh más dura que mármol a mis quejas
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!
Estoy muriendo, y aun la vida temo…
La hermosa Galatea había traicionado su amor, por lo que
siempre está en llanto [su] ánima mezquina, cuando la sombra el mundo va
cubriendo o la luz se avecina.
Narra el desdichado Salicio que en sueños vio su mal
anunciado, mas lo reputó por desvarío:
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba (por pasar allí la siesta)
a abrevar en el Tajo mi ganado;
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,
por desusada parte
y por nuevo camino el agua s’iba;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso enajenado iba siguiendo
del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
En lo sueños y en la poesía todo es simbólico, los sentimientos de Salicio
son el ganado que busca refrescarse del verano bebiendo en el Tajo el líquido
del amor; Galatea, el agua fugitiva que perseguía; la sed y la calor, las
ansias y el ardor del amante.
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Una noche de verano (1890), Abert Joseph Moore |
Ya se viven los caniculares. A la gente las altas
temperatura, cual perros rabiosos, le han despedazado las ropas; y es que los
vestidos se parecen a los salarios, cada vez más recortados. Mis paisanos,
contraviniendo, sin saber, lo recomendado por la Academia de la Lengua, pronuncian
hace mucha calor, en femenino, yo también lo digo. El clima ha madurado los
infantiles anhelos y los sueños de las noches de verano se han erotizado. Según
los psicólogos, en esta época hay más enamoramientos y separaciones, el verano es la
estación a la que arriba el tranvía del amor, pero de la cual también se
marcha, pues verano es la única temporada que tiene días perros.
Camaná, enero de 2014
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