“¡Respuesta
ganadora!” No sabremos nunca la clase ni el grado de emoción que desató esta
frase en Miguel Ángel Guevara Zevallos cuando la oyó decir al desaparecido conductor
de televisión Pablo de Madalengoitia. El mollendino, entonces de 36 años de
edad, acababa de responder a “La pregunta de los 10 millones de soles”.
Miguel Ángel Guevara en su estudio |
Corría el año 1983 y en los programas concurso de ese
tiempo las interrogantes eran antojadizas y rebuscadas, como aquella pregunta
final que le hicieron al joven concursante cuyo tema era el Mundial de Fútbol
de 1974: “¿Qué se sirvió en la mesa del campeón?”; o la caprichosa cuestión que
le plantearon al nuevaolero Rully
Rendo, quien participaba con inusitado éxito respondiendo sobre Oscar Wide: “¿Cómo
se llamaban el decorador y el arquitecto de la casa donde Oscar Wide pasó sus
años de casado?”.
Sin embargo, Miguel Ángel Guevara Zevallos, un hombre
que cursó toda su educación básica en una provincia arequipeña y que había
abandonado su carrera de educación para irse a estudiar cine en Lima, había
logrado lo que pocos: ganar el premio mayor, 10 millones de soles y un viaje por
las principales capitales europeas.
CAMINOS DE LA VIDA. Cuentan que las paredes graban para siempre el
sonido de los pasos de aquellos que mucho trajinaron por sus pasadizos; aun si
fuera así, los anchos muros de sillar de la Facultad de Filosofía y Humanidades
de la UNSA nunca guardarán los pasos de “Miguelito”, su delgada figura va de un
lado a otro sin el menor ruido; de no ser por la viveza y la amabilidad de su
rostro, diría uno que es un alma atrapada en este mundo.
Extraños son los caminos de la vida, en un primer
momento Miguel Ángel quería ser profesor de educación física e iba rumbo a
ello, pero a los 22 años, sin más razón que su irremediable pasión por el cine,
decidió virar totalmente de dirección: viajó a la capital y se inscribió en la
carrera de cinematografía en la Universidad de Lima, donde trabaría amistad con
el reconocido cineasta peruano Pancho Lombardi.
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Marilyn Monroe |
Los programas concurso de antes no eran como los de
ahora, cuyos participantes no saben responder ni a las más elementales
cuestiones de la Aritmética y no se hable de la Historia. Los programas de
Pablo de Madalengoitia exigían un alto grado de conocimiento.
“Me preparé durante cinco meses, estudiaba diez
horas al día. Algunos amigos me alentaron; Ricardo Bedoya me prestó tres libros
sobre Marilyn, que finalmente me los regaló. Llegué a pensar que no me
convocarían para el programa, pero me llamaron”.
ODISEA EN EUROPA. Los diez millones de soles equivalían entonces a
diez mil dólares, sin embargo, lo que le interesaba más a Miguel era el viaje a
Europa, pero aún debía cumplir con su función de fotógrafo en el rodaje de Maruja en el infierno, película de
Pancho Lombardi. Luego de cumplir con los trámites del filme y de las
embajadas, tomó seis mil dólares de su premio y, agotado de trabajo, enrumbó al Viejo Continente.
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Laura Antonelli |
Viajó por buena parte de Italia durante un mes,
cuando en Madrid compró su boleto que lo traería de vuelta a este lado del
charco, los oficiales de migraciones le recordaron que se había pasado varios
días de su permiso y que no podría volver a Europa.
UN AREQUIPEÑO IMPASIBLE. De regreso a Perú siguió trabajando en
Inca Films, junto a Lombardi, a quien apoyó también de fotógrafo en la Ciudad y los perros.
“Pancho es una de las personas que más me conoce,
sin embargo, Giovanna Pollarolo, que entonces era su esposa, fue quien me dio
los mejores consejos. Por ella fue que me regresé a Arequipa. ‘Aquí en Lima
siempre serás el amigo de Lombardi, me dijo, en cambio en Arequipa puedes
hacerte un nombre’”.
En esa época (1992), la UNSA quería implementar un
cine club y Miguel Ángel Guevara estaba en la ciudad, su envidiable currículo
incluso daría prestigio a los claustros agustinos; no obstante, como suele
suceder muchas veces en el ámbito de la cultura, el trabajo nunca sucedió como lo
sugerían las propuestas.
“Recién en 2003, me nombran en la UNSA; antes solo
trabajaba con recibos por honorarios”.
En la actualidad, “Miguelito” es el encargado de
audiovisuales de la Facultad de Filosofía y Humanidades, en lenguaje llano: la
persona que lleva y trae los retroproyectores de un salón a otro. En menos de
tres años cumplirá 70 y tendrá que dejar su sencillo puesto a otro, hecho que no lo desalienta, sino que ve como otro paso más en la vida.
“Confieso
que aún me gustaría regresar a Europa –nos dice antes de despedirnos–, sobre
todo a Zurich, aunque sea por un par de días”.